El propóleo
Con el fin de protegerse de infecciones y de gérmenes, las abejas cubren las fisuras y la entrada de las colmenas, así como las partes móviles, con una sustancia que ellas mismas fabrican a partir de diferentes resinas recolectadas en las yemas de los árboles, arbustos y demás plantas.
Esta sustancia pegajosa, conocida desde la antigüedad por sus propiedades antisépticas, antipútridas y antigerminativas, recibe el nombre de propóleo o própolis.
La composición del propóleo, al igual que la de la miel y el polen, varía según los vegetales visitados por las abejas para su obtención; además de las resinas y bálsamos, las abejas aportan secreciones de sus glándulas salivares, cera, aceites esenciales, polen (pequeñas cantidades que se mezclan accidentalmente), diversas materias orgánicas, sustancias minerales y oligoelementos de color oscuro la mayoría de las veces. No es soluble en agua, sino en alcohol; tradicionalmente se ha utilizado para tratar heridas así como en jarabes y ungüentos.